Pedro
Fernández era Profesor del Departamento de Servicios Sociales de la UNED,
Doctor en Sociología y Diplomado en Trabajo Social. También fue Director
docente de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción.
Pero
sobre todo fue un hombre comprometido. Un hombre que luchó contra la
discriminación en todos los niveles, y lo hizo siempre con toda la fuerza que
pudo, que era mucha, no en vano había sido boxeador amateur de joven; una de
las cosas que sin duda todos recordamos son sus grandes manos, que con su
corazón, todavía más grande, y su sonrisa, son las tres que al cerrar los ojos
nos vienen a la memoria.
Como
apuntó el profesor Alonso Seco en la hermosa semblanza que hizo de Pedro en el
acto homenaje de su Facultad de Derecho celebrado hace pocas semanas, Pedro era
un hombre combativo, crítico, inconformista, un compañero ejemplar; y
recordando los poema del alma de Machado “más que un hombre al uso que sabe su
doctrina, en el buen sentido de la palabra, bueno”.
Sin
duda, añadimos nosotros, uno de esos hombres que ayudan a vivir, de los que nos
hablaba Albert Camus.
Pedro creía y luchaba por la igualdad.
En el
ámbito docente e investigador trabajó en materias de violencia de género y
salud mental comunitaria, violencia de género y discapacidad, rehabilitación
psicosocial en salud mental, etc.
Coordinó
también con mucho esfuerzo y trabajo por su parte la titulación de Trabajo Social
y fue miembro fundador del Centro de Investigación sobre Dependencia y
Autonomía Personal, coordinado por su gran amiga Ana Rosa Martín Minguijón,
Decana de la Facultad de Derecho aquel año 2004, cuando que tuvimos la fortuna
de que la trayectoria vital de Pedro se entrecruzara con nuestra Universidad;
un equipo en el que también estaba otra gran amiga suya, Carmen Alemán,
directora de su Departamento.
Es
difícil centrarse en un aspecto de su trabajo y compromiso para apuntar en
estas pocas páginas, pero quizá si tuviéramos que resaltar ahora una lo haríamos
respecto de su actividad con relación a las mujeres con discapacidad y más
concretamente a las que sufren (y son muchas) violencia de género.
Mujeres
que afrontan una doble discriminación, primero como mujer y segundo como mujer
con discapacidad.
Mujeres
que afrontan barreras en todos los ámbitos de su vida y que demasiadas veces
(cada vez menos, gracias a personas como Pedro) nos resultan invisibles.
Mujeres
(especialmente en el caso de las que sufren discapacidad intelectual) que
suelen ser vistas como las eternas niñas, sometidas en sus entornos familiares
a altos niveles de sobreprotección que terminan limitándolas más en su
desarrollo personal.
Su
trabajo “Violencia de género en la mujer con discapacidad en la Comunidad de
Madrid” hace casi tres lustros fue pionero en los estudios en este campo, y sin
duda es un referente para cualquier investigador al acercarse a esta materia. Un
trabajo que continuaba su primer acercamiento en su tesis doctoral “Violencia Familiar. Perspectivas de
las mujeres en casas de acogida en la comunidad andaluza”.
Como en
el sermón de Montesinos, Pedro nos instaba a abrir los ojos, “¿Cómo estáis en
tanta profundidad de sueño tan letárgico tan dormidos; siempre denunciando,
como el fantasma de Casement aporreando la puerta en el poema de Keats.
Pedro publicaría
luego muchos otros trabajos en autoría o coautoría como, por ejemplo, su
“Compendio sobre violencia de género y factores de discriminación en la mujer
con discapacidad”. Fundamental también su investigación con relación a la
situación de la mujer, víctima de violencia de género, en las casas de acogida.
En este
campo su labor fue destacada y sin duda será recordada mucho tiempo.
Teresa
San Segundo, Directora del Centro de Estudios de Género de la UNED, también lo destacaba
en el homenaje brindado a Pedro, sobre la base de su fuerte compromiso por la
solidaridad y la justicia (contra las injusticias). Y evocaba la dedicatoria
del último libro que habían publicado juntos y su dedicatoria, “A quienes se
atreven a ser libres, a ser con mayúsculas”, que bien podría ser aplicada al
propio Pedro.
Una
libertad entendida desde el compromiso en su lucha contra cualquier tipo de
discriminación. Cómo no recordar ahora aquella frase con lo que en ocasiones
comenzaba sus conferencias o su primer día de clase para reflejar desde el
primer momento su compromiso: “Hoy me siento mujer, transexual, negra,
lesbiana, con discapacidad…”. Una frase que era
trasunto de su posición vital, activa y comprometida hasta el extremo.
Somos
muchos los que recordamos a Pedro y al hacerlo, aunque todavía el dolor nos
bloquea, nos viene una sonrisa a la cara al hablar de él.
Hasta
siempre, compañero.
Fernando Reviriego Picón
Profesor de Derecho Político
UNED
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