"No
hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente". Virginia Woolf, feminista y
escritora nacida en 1882.
Los juguetes, los personajes, las historias, las creaciones, los
escenarios, los colores,…, son o deberían ser patrimonio de los niños y de las
niñas que los utilizan para crear mundos maravillosos de paz y de entendimiento,
lugares en los que, unas veces, se convierten en reyes y reinas, y, otras, se
transforman en la hermana pequeña o el hermano mayor, en el héroe o en la
heroína, o en un cachorro de león o de pantera o en villanos y malvadas. Un
mundo en el que pueden volar a lo más alto del firmamento, sumergirse en lo más
profundo de los océanos, trepar las más escarpadas montañas, embutirse en un
disfraz estrecho que les lleva, sin saberlo, al Medievo o a cabalgar en un
caballo o a viajar en cohete… Todo esto debería ser propiedad de los niños y de
las niñas que escogen disfrutar de su historia como desean y en la paleta de
colores que quieran. La libertad de elegir, crear, experimentar, les hace desarrollarse
conforme a su personalidad e imaginación como parte de su aprendizaje y
autodeterminación. Hacerlo, además, en igualdad les hace libres para crecer.
En este juego de expresión de libertad, las niñas y los niños se
saben diferentes pero se sienten iguales. Les gusta compartir, construir,
correr, dibujar, saltar, hablar, cantar, bailar, colorear, soñar,… A veces, lo
hacen de la misma forma y, otras, de manera diferente, dependiendo del carácter
de las personas que hay dentro de cada pequeño y cada pequeña y de las
oportunidades que les brinda el juego que se les presenta. Ni las mujeres ni
los hombres compartimos una misma esencia, más allá del género al que
pertenecemos. De hecho, solemos tener divergencias. Por ello, los valores, lo
son del ser humano y lo que importa es dejar que ellos y ellas los puedan
expresar, en este caso, a través del juego. El escenario en el que los niños y
las niñas se sienten libres para decidir sobre sus historias interminables es
el que les lleva a jugar en igualdad.
Sin embargo, poco a poco, casi sin advertirlo, la poderosa
industria juguetera consolida la fuerte estructura patriarcal por la que continúan arraigados los
estereotipos sexistas, según los cuales, corresponden a los varones los
ámbitos, tareas y oficios relacionados con el poder, el éxito y la proyección
pública y, por el contrario, a las mujeres pertenece la ética del cuidado, la
maternidad, la educación y, en general, el ámbito de lo privado. Patrones que
se van colocando, sin apenas percibirlo, en las cabecitas de estos pequeños y
pequeñas, como Peter Pan se coló en la habitación de Wendy.
Nos vienen rápidamente a la mente juguetes, habitualmente,
destinados a las niñas, como los carritos de muñecas o los bebes, la moda, los
baúles de maquillajes, las cocinitas rosas, entre otros. Y pensados para los
niños, estarían las grandes
construcciones de Lego, los caballeros y sus espadas, los coches dirigidos o
los conocidos clicks de playmobil. Entonces, ante una falsa y apariencia de
evolución inclusiva hacia las niñas, algunas marcas de la industria juguetera
sacan líneas de, por ejemplo, construcciones de lego o clicks, dirigidas al
público femenino, que consisten en hacer un montón de casitas, cocinitas,
castillitos de color rosa con unas muñequitas que resultan volver a ser hadas o
princesas o, a lo sumo, madres en chándal que sacan de paseo a sus bebes…
Claro, los playmobil “para chicos” están muy ocupados en la isla encadenando al
dragón o surcando mares en un barco pirata,… Parece que las “niñas playmobil”
no pueden ser piratas, ni he conseguido encontrar muñecas piratas, quizás,
alguna reina egipcia, peluqueras, alguna muñeca tipo ejecutiva con maletín y
traje gris pero ni policías ni bomberas ni guerreras ni médicas,… a lo sumo,
enfermeras…
La industria juguetera no está, a mi juicio, respondiendo a las
necesidades del juego infantil, no entiende a los niños y a las niñas que lo
único que necesitan son alas para volar - o no -. Con este tipo de nuevas
colecciones consiguen reinventar la manera de continuar encajando estereotipos
y manteniendo las viejas estructuras disfrazadas en nuevas mercancías, nuevos
juguetes que no responden más que a la desigualdad de siempre. Las niñas ya
pueden disparar pistolas desde que la industria juguetera ha ideado unas de
color rosa y morado. ¿Acaso antes las niñas no han usado pistolas y espadas, de
plástico, cartón o de aire cuando han jugado con sus iguales? ¿Es que las niñas
no han hecho ya grandes construcciones de madera y castillos con fichas de lego
antes de que playmobil, entre otras, decidiese que podían hacer casas rosas? Resulta
que los cochecitos de muñecos son de color rosa en su gran mayoría pero los
usan a menudo los niños como las niñas, pasee cada uno lo que le apetezca
pasear dentro: un coche, una peonza, un peluche,.. Pero la industria no piensa
en que a los niños les puede interesar un carrito como juguete o que no todas
las niñas tienen una esencia única en su ADN por la que les ha de gustar el
rosa por encima de otros colores. A lo más a lo que podemos aspirar es al
morado… No se les ofrece opciones ni a ellos ni a ellas. Basta con observar un
catálogo de juguetes, en el que lo destinado a los chicos aparece en rojo, azul
o verde y se relaciona con el mundo de la inteligencia, la construcción o la
robótica, mientras que el rosa o el morado se destinan a los juguetes “de
niñas”.
El gran problema de todo ello es que esta división representa un
profundo desconocimiento de las realidades infantiles y, en lugar de trabajar
por la diversidad en igualdad y por la inclusión en libertad, solo potencia la
perpetuación de la clásica división entre el espacio público, reservada a los
varones y el especio privado, reservado a las mujeres, que, al parecer, han de
seguir esperando a ser princesas salvadas por algún caballero del dragón. Pero
la realidad infantil dista de esto. Los chicos encuentran ninjas chicas en sus
legos, porque quieren encontrarlas, porque están habituados a tener amigas y a jugar con ellas y las
echan de menos en sus construcciones y juegos en solitario. Por su parte, las
chicas adoran vestirse de piratas y de esqueleto y de lo que sea, cualquier
cosa vale, aunque no sea rosa o, especialmente, si no es rosa… porque la
imaginación de los niños y de las niñas, por suerte, es más fuerte y creativa
que la industria que les pretende limitar.
Hace un tiempo, me entretuve buscando una línea alternativa de
productos de Hello Kitty en páginas webs de EEUU, Japón o Suecia que no
identificara la marca con las niñas… Pero no la encontré… Una pena porque
conocí a un niño de 2 años que le encantaba esa “adorable gatita”, - como él
decía -. Busqué gorras, camisetas, pegatinas, cacao labial, cuadernos,
chándales, cualquier cosa, algo que no fuera un pendiente, no tuviera manga de
farol o no fuera rosa, porque nadie pretende evitar la dualidad de la
Humanidad. No consiste en vestir a los niños de niñas ni a las niñas obligarlas
a ser el caballero del dragón pero si se intenta remover los patrones, invitar
a la reflexión, tratar de huir de los compartimentos y de las premisas que nos
encasillan en un juego, un oficio, un lugar, solo por la pertenencia a un
género. Ello puede marcar, en su caso, una diferencia pero nunca la
desigualdad.
Por lo tanto, estas líneas quieren solo hacer un llamamiento a la
industria juguetera y, en general, a la sociedad y a los educadores y
educadoras, madres y padres, para hacer una contribución a favor de eliminar
los catálogos con colores, los estándares que solo contemplan los rosas y los
azules. Es una invitación a dejar volar la imaginación para conseguir respetar
la libertad de cada pequeño y de cada pequeña, a fin de que puedan forjar su
personalidad como productos de ellas y de ellos mismos y de que continúen
sintiéndose iguales aun en la diferencia. Es necesario dejar en calma sus
mentes creativas, su libertad, sus gustos, incluso o, sobre todo, en los
colores, porque éstos lo son de las personas y no de su género. Es el momento
de abandonar los roles y los estereotipos y remover todas las barreras que
condicionan a jugar de un modo, con un personaje o una historia o en un color
por la mera pertenencia a un género. Es el momento de remover esos patrones,
porque no funcionan, porque reproducen modelos educativos que ya no convencen
ni a peques ni a grandes, ni a ellas ni a ellos. Asumamos ya la igualdad para
crecer en libertad. Los juegos “de chicas” o “de chicos” no existen, porque ¿quién
dice que Hello Kitty no es para chic@s?
"La igualdad es una necesidad
vital del alma humana. La misma cantidad de respeto y de atención se
debe a todo ser humano, porque el respeto no tiene
grados". Simone Weil, filósofa francesa
fallecida en la década de los 40.
María Macías Jara
Profa. Dra. Derecho Constitucional
Universidad Pontificia Comillas ICADE
Profa. Visitante Universidad Alcalá
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