El feminismo, visto desde una perspectiva racionalista,
hace parte de la teoría política moderna y es una corriente que proclama que
ningún ser humano puede ser privado de beneficios o sometido a desventaja por
causa de su sexo. A nivel mundial, pueden distinguirse tres grandes olas de
expansión del pensamiento feminista, que se diferencian entre sí por: (i) la
influencia de la teoría política imperante, (ii) la agenda de reivindicaciones,
(iii) las vanguardias que lo impulsan y (iv) las consecuencias sociales
(deseadas o no) que generaron. Estas tres olas han sido denominadas: Feminismo
ilustrado 1673 – 1792; Feminismo sufragista 1848 – 1948 y Feminismo contemporáneo
1968 en adelante. Estos tres momentos están profundamente marcados por diversos
sucesos históricos ocurridos en Europa occidental y Estados Unidos de América,
lo cual no significa que no hayan tenido influencia en otros países, como los
latinoamericanos. Este escrito destaca algunas reflexiones acerca de la
influencia de estas tres olas en el feminismo en Colombia.
Así, una de las primeras reflexiones que se
desprenden, tiene relación con la temporalidad y la secuencia de tales olas. En
efecto, si bien a nivel europeo y estadounidense, las fases entre una y otra
ola del feminismo están demarcadas por sucesos históricos, es claro que estas
ideas en Colombia no fueron recepcionadas en el mismo orden y secuencia, sino
que, ideas de los distintos momentos de pensamiento se mezclaron en la historia
colombiana, de manera que, por ejemplo, las luchas sufragistas y las luchas por
el acceso a la educación fueron llevadas en el mismo momento histórico,
mientras que los derechos civiles y políticos han estado en lucha de manera
transversal, incluso hasta recientes momentos de la historia nacional, entre
otros ejemplos. Veamos.
Expresiones del feminismo ilustrado
en Colombia
El feminismo ilustrado es conocido como “la
primera ola” y está enmarcado en las corrientes del contractualismo ilustrado. La
agenda de esta etapa estaba relacionada con los derechos educativos de las
mujeres (de clases altas), quienes reivindicaban su capacidad para acceder a las
áreas del conocimiento que se consideraban exclusivamente masculinas (la
política, la ciencia, las matemáticas, entre otras). Así mismo, pero muy
incipientemente, hubo reivindicaciones relacionadas con la igualdad en los
derechos políticos. Este fue un movimiento impulsado por las clases cultas y
altas del momento. A pesar de que sus impactos no fueron generalizados, sí
destacan algunos referentes femeninos que simbolizan la lucha de esta época,
como Madame de Chatelet[1], Olympia de Gauges[2] o Mary Wallstonecraft[3],
autoras y pensadoras que cuestionaban los paradigmas imperantes.
Puede encontrarse rasgos de esta ola del
feminismo en Colombia durante las luchas independentistas y la instauración de
las primeras Repúblicas. En ese momento, las mujeres, a pesar de luchar intensamente
por la consolidación de los valores del contractualismo y el republicanismo,
encontraron que el plano de igualdad en que los independentistas se movían, no
incluía la igualdad entre hombres y mujeres. Entonces se compartió la lucha, pero
no se pusieron de presente las reivindicaciones por la educación o la igualdad
de derechos políticos. Por el contrario, las mujeres se vieron sometidas a las
legislaciones de las nuevas Repúblicas, profundamente influenciadas por la
tradición judeo-cristiana, el derecho romano, canónico y español y,
evidentemente, por el Código Napoleónico (que consagraba el adulterio como
delito y la incapacidad legal de la mujer, entre otros artilugios
discriminatorios).
A pesar de lo anterior, hubo importantes
figuras femeninas que destacaron en las luchas independentistas y constituyen
algunos de nuestros referentes del feminismo ilustrado. De estas “mujeres de la
independencia” es posible destacar a: (i) Policarpa
Salavarrieta Ríos[1]
o “La Pola”, quien ejerció labores de espionaje a las tropas reales para ayudar
a los soldados independentistas, cuando se produjo la Reconquista española en
la Ciudad de Bogotá; y (ii) Manuela
Sáenz Azpuiri[2],
quien siendo pareja de Simón Bolívar, fue uno de los cerebros políticos indiscutibles
en la consolidación de la República. Estas dos mujeres eran hijas de padres con
cierta fortuna y pertenecientes a familias “respetables”
de la época.
[1]
Policarpa Salavarrieta Ríos (Guaduas, Cundinamarca, Virreinato de Nueva
Granada, 1795-1817). Es una heroína de la independencia colombiana. Murió en la
Plaza Mayor de Bogotá. Hija de un criollo con cierta Fortuna que, si bien no
tenían título de hidalguía, era un reconocido hombre de negocios.
[2]
Manuela Sáenz Aizpuru (Quito, Real Audiencia de Quito, Virreinato del Perú,
1795-1856). Hija de un español hidalgo y una mujer criolla.
Ahora bien, el punto de contraste con esta ola
del feminismo, está en que, en Colombia las luchas independentistas también
permearon a ciertos sectores de las mujeres de clases más populares,
principalmente, mujeres campesinas y esclavas. Así, aunado a estas dos
referencias particulares, la historiadora colombiana Magdala Velázquez Toro[6],
reconoce que a pesar de que la mujer colombiana no gozara de derechos políticos,
no significaba que estuviera ausente de las luchas políticas:
“Desde
la revolución de la Independencia hasta las confrontaciones armadas del siglo
pasado que terminaron con la Guerra de los Mil Días, las mujeres participaban
de distintas maneras. Sus actividades iban desde el rezo por el éxito de sus
parciales, la confección de bandas y estandartes bordados, la difusión de
rumores para desconcertar al enemigo, la atención de los heridos, la compra y
transporte clandestino de armas y municiones, hasta la acción directa en los
combates. Las "Voluntarias", las "Vivanderas", "Las
Juanas" fueron inseparables de los ejércitos y el sostén para los
soldados; cargaban grandes fardos con alimentos y demás elementos para hacer
menos penosa la vida en campaña, curaban heridos y peleaban en los combates”.
En todo caso, durante el primer siglo de las
repúblicas, e incluso algunos años más (desde 1810 a 1930´s), las condiciones
de las mujeres fueron de desigualdad política, civil, social, marital y de todo
tipo. En efecto, sólo a partir de los años 30´s fue que en Colombia hubo
movimientos relacionados con las ideas de la segunda ola del feminismo.
Expresiones del feminismo
sufragista en Colombia
Esta segunda ola del feminismo a nivel global
está marcada por la Declaración de Seneca Falls o Manifiesto Sufragista de 1848
y la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. La teoría política de
mayor influencia fue el liberalismo político y las ideas de derecho natural
desarrolladas a partir de esta perspectiva. En general, también están aquí
inmersas en las teorías antiesclavistas e igualitaristas. En este punto, la
agenda se amplió en comparación con la primera ola, pues las reivindicaciones
se dieron por la plenitud de los derechos civiles, la plenitud de los derechos
educativos, y la plenitud de los derechos políticos: El voto y el cambio del
doble estándar moral que predominaba en la sociedad. El estado de cosas inicial
de esta ola del feminismo, es la negación rotunda: ningún reconocimiento de
derechos civiles, educativos ni políticos, y predominio de un rol femenino
determinado.
Las consecuencias e impactos de esta ola
fueron mucho más generalizados y se reconocen, por ejemplo, en el acceso de las
mujeres a las universidades o el derecho al voto. Veamos algunas de estas
expresiones en Colombia.
Respecto al acceso universitario de las
mujeres, Velásquez Toro[7],
explica que: “El proceso de ingreso de la
mujer a la universidad fue lento, difícil y elitista, como ha sido la educación
superior en Colombia. Para ingresar tenían que superar los prejuicios sociales
que imponía un modelo de feminidad reñido con la cultura y la independencia
económica femenina; los temores a la supuesta promiscuidad sexual que generaba
la presencia de la mujer en la universidad, las dificultades que tendrían las
mujeres profesionales para contraer matrimonio, fueron algunas de las barreras
que tuvieron que franquear.”
A pesar de las dificultades propias de las
luchas por cambios culturales y paradigmas, en 1937, Mariana Arango Trujillo terminó sus estudios universitarios en
odontología siendo la primera mujer del país en alcanzar ese logro, y en 1944, Gabriela Peláez Echeverri se graduó
como abogada de la Universidad Nacional de Colombia, también como pionera.
Ellas, y las que le siguieron, fueron las mujeres que empezaron a cambiar el
panorama de las universidades en el país como expresión de esa segunda ola.
Ahora bien, en relación al movimiento
sufragista ha de decirse que en Colombia tuvo una profunda influencia de
sectores conservadores que, aunque inicialmente eran contrarios al voto
femenino, tuvieron un giro a partir de la campaña del Papa Pío XII de 1948, que
invitó a otorgar el voto a las mujeres para así contribuir a “la lucha contra
del comunismo”. Ese cambio de mentalidad del sector conservador fue decisivo en
el trámite de la reforma constitucional en Colombia.
En efecto, en 1949 el partido conservador
tramitó dos proyectos para otorgar el voto femenino, que no tuvieron acogida ya
que el sector liberal se opuso a otorgar un derecho al voto inmediato y sin
restricciones. Posteriormente, en 1954, bajo la dictadura del General Rojas
Pinilla se abordó nuevamente el tema (un tinte paradójico particular:
ampliación de derechos bajo dictadura).
En los debates Josefina Valencia[8] y Teresita Santamaría[9] fueron las que defendieron
el voto femenino como un asunto de interés
nacional, mediante el cual no se pretendía favorecer a ninguna aspiración
política en particular (ni liberal ni conservadora). Bajo esa consigna de
interés nacional se logra la aprobación de un Acto Legislativo que otorga
derecho al voto a todas las mujeres colombianas. Sin embargo, a pesar del
cambio constitucional, no se avizoraba cuándo se iba a poner en práctica el
voto femenino, ya que el gobierno militar había descartado cualquier elección
en el futuro inmediato. Fue entonces tres años después, en el ejercicio
plebiscitario de 1957, que las mujeres votaron por primera vez en el país, esto
con el fin de decidir si se acababa o no con la dictadura militar. Si bien en
la mayoría de reseñas se atribuye el derecho a distintos políticos hombres, sí
existieron varios movimientos sufragistas en Colombia liderados, entre otras,
por Lucila Rubio[10], Ofelia Uribe Durán[11], Esmeralda Arboleda Cadavid[12], Josefina Valencia.
Ha de decirse que, en Josefina Valencia,
Teresita Santamaría y Esmeralda Arboleda, confluyen las características del
feminismo ilustrado y del sufragista en Colombia. Pues eran mujeres de clase
alta y privilegiada que, sin embargo, emprendieron luchas por el reconocimiento
universal y generalizado de derechos a las mujeres, en particular derechos
educativos y políticos. Así, como se indicó, en Colombia, la secuencia y la
temporalidad de las olas se mezclan.
Finalmente, en relación con esta segunda ola,
ha de indicarse que mientras a nivel global el reconocimiento de la igualdad legal
entre hombres y mujeres y la prohibición de distinción por razón del sexo, se
da con la Declaración Universal de Derecho Humanos en 1948, este reconocimiento
en Colombia tuvo lugar hasta 1974, y por Decretos presidenciales. Hasta ese año
estuvieron vigentes figuras jurídicas propias de los códigos napoleónicos como
la potestad marital sobre la mujer y sus bienes.
Expresiones del feminismo
contemporáneo en Colombia
Viene la tercera ola del feminismo que se abre
lugar a partir de 1968 en adelante. En esta etapa continúan algunas
reivindicaciones por derechos civiles y políticos, más relacionadas la
efectividad real de esos derechos (en contra posición con la consagración
jurídica). Se abren las discusiones por las posiciones de poder y las formas en
que mujeres y hombres están llenado espacios laborales, sociales y familiares.
Discusiones sobre salarios y techos de cristal.
De igual forma, aparecen las reivindicaciones
por los derechos sexuales y reproductivos, relacionados con las decisiones
sobre la gestación, el embarazo y el parto; el derecho a la anticoncepción, a
limitar el número de hijos, el derecho a decidir ser o no madre y a que las
mujeres no sean juzgadas moralmente con un estándar diferente del de los
hombres. Así mismo, se pueden nombrar en este punto las discusiones sobre la
necesidad o no de acciones afirmativas y la participación de las mujeres la
toma de decisiones públicas.
En Colombia, este tipo de reivindicaciones o
agendas ocuparon un lugar preponderante en la vida nacional, a partir de la
expedición de la nueva Constitución de 1991. Por primera vez en la historia, la
Asamblea Nacional Constituyente fue un espacio de discusión en el cual hubo
presencia de mujeres y de agenda feminista, y se redactaron artículos que no
solo promulgaron la igualdad de hombres y mujeres o prohibieron la
discriminación por razón del sexo, sino también que consagraban la necesidad de
equiparar desigualdades históricas (arts. 13, 42 y 43 de la Carta
Política).
En efecto, se introdujo el concepto de
discriminación y se hizo frente al fenómeno de la desigualdad material
profundamente arraigado en nuestra historia republicana. A la par de lo
anterior, se creó un sistema de garantías judiciales de tales derechos que
incluía la acción de tutela y la creación de la jurisdicción constitucional,
entre otros ajustes institucionales. Algunos ejemplos positivos de la
instauración de ese sistema de garantías son:
-
La sentencia T-326 de 1995, que abordó un caso
de una ingeniera mecánica que concursó para un cargo público y obtuvo el primer
lugar. Sin embargo, el nominador eligió otro candidato, pues el cargo era “muy
pesado” para una mujer. O, la sentencia T-426 de 1996, que permitió por primera
vez la inscripción de una mujer para acceder al puesto de Cadete en la escuela
Naval, que le había sido negada por el hecho de ser mujer. En estos casos, las
demandas impactaron en las reivindicaciones por el acceso al trabajo de las
mujeres y superación de estereotipos de género.
-
También se han abordado casos de control de
constitucional para depurar las leyes, en materia civil que mantenían
concepciones discriminatorias. Podemos encontrar pronunciamientos como la
sentencia C-622 de 1997 que declaró inconstitucional la prohibición del trabajo
nocturno para mujeres, la C-379 de 1998 que abolió la norma que establecía la
administración de los bienes de las mujeres casadas en cabeza de su esposo, y
la C-082 de 1999 mediante la cual se declaró inconstitucional la causal de
nulidad el matrimonio denominada “contraído por mujer adúltera y su
cómplice”.
-
Otro ejemplo, es la sentencia C-371 de 2000,
que estudió las cuotas de las mujeres para el acceso a los cargos de decisión,
en la que se analizó el concepto de igualdad desde la discriminación directa,
pero desde una perspectiva más amplia, en que se puede también identificar
estereotipos más elaborados o sutiles y, por ende, más difíciles de
visibilizar.
-
También se han explorado casos que han
permitido hacer visible la sexualización de los cuerpos femeninos (T-722 de
2003), como cuando se solicitó eliminar una campaña de Presidencia de la
República que usaba imágenes de mujeres en vestido de baño para incentivar a
los guerrilleros a desmovilizarse. Aquí se reconoció también cómo la guerra
impacta de manera diferencial a las mujeres.
-
Por último, a partir de este sistema de
garantías judiciales se pudo poner en la agenda temas vetados por las clases
políticas como los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres (C-355 de
2006) y las luchas por la autonomía respecto del cuerpo y de la orientación sexual.
Todo lo anterior, muestra la expresión de las olas feministas en Colombia. Sin
embargo, hay que decir que la agenda de los feminismos sigue en permanente
controversia y construcción. Por ello, se hizo un esfuerzo por mostrar que las
recepciones de las influencias no están marcadas por la homogeneidad conceptual
ni temporal. En esa medida, ésta es una invitación a que desde nuestras propias
vivencias se continúe el diálogo con lo global (que debería ser más inclusivo,
no solo Europa occidental y Estados Unidos), pero con arraigo local. Estos
acercamientos son claves en la transformación de nuestras sociedades, porque develan
nuevos entendimientos. Las siguientes “olas feministas” están siendo
construidas hoy desde otros puntos cardinales, y en esa historia, desde
Colombia, desde América latina, nos posicionamos más activamente.
Por: Elena María Escobar Arbeláez
[1]
Escribe sobre la felicidad y sobre los elementos de la física de Newton. Con
estas obras logró derribar uno de los prejuicios más fuertes: la falta de
inteligencia de las mujeres.
[2]
Directora de teatro, conocida públicamente pues era una autora de éxito.
Pregunta a la Asamblea de Estados Generales francesa si la Declaración incluye
a las francesas, debido a que en ese momento nadie pudo darle respuesta, ella
publicó la Declaración de las mujeres y las ciudadanas, que es copia de la
Declaración, pero en femenino, con una última frase: “hombre atrévete a ser
justo”. Con ello consigue que la
condenen a la guillotina.
[3] Con
su obra la vindicación de los derechos de la mujer
[4]
Policarpa Salavarrieta Ríos (Guaduas, Cundinamarca, Virreinato de Nueva
Granada, 1795-1817). Es una heroína de la independencia colombiana. Murió en la
Plaza Mayor de Bogotá. Hija de un criollo con cierta Fortuna que, si bien no
tenían título de hidalguía, era un reconocido hombre de negocios.
[5]
Manuela Sáenz Aizpuru (Quito, Real Audiencia de Quito, Virreinato del Perú,
1795-1856). Hija de un español hidalgo y una mujer criolla.
[6] VELÁSQUEZ
TORO, Magdala M. “Aspectos históricos de la condición sexual de la mujer en
Colombia”, visible en http://bdigital.unal.edu.co/42917/12/Aspectoshistoricos.pdf
[7]
Ibídem.
[8]Nacida
como Josefina Valencia Muñoz, hija del maestro Guillermo Valencia y hermana del
ex Presidente de la República Guillermo León Valencia. Tuvo una infancia y
juventud privilegiada y desde joven aprovechó su posición social para liderar
una serie de obras sociales en su región natal y para promover la igualdad de
derechos para las mujeres
[9]
Antioqueña. Fue la creadora de la primera institución de educación superior
para mujeres en Colombia: el Colegio Mayor de Antioquia, de la Casa del
Estudiante para recibir a jóvenes de todas partes del departamento y la
fundadora de la primera revista local escrita por mujeres: Letras y Encajes.
[10]
Socialista colombiana y una de las sufragistas líderes en su país. También fue
maestra y la primera mujer en presentar una demanda de voto al Presidente de
Colombia
[11] Periodista colombiana, maestra, política y feminista sufragista.
Tuvo una destacada participación en la lucha por los derechos de la mujer en su país.
[12] Política
y abogada colombiana. Fue la primera mujer Senadora de la República en la
historia de Colombia. Miembro del Partido Liberal.