
El principio presupone pues la palabra, pero no tanto temporal como lógicamente, porque antes de ella ya hubo acto de enunciación, pero no a través de la palabra, sino del signo. La palabra, nace para diferenciar lo real de un mundo sonoro y para darle sentido, los signos enunciados y pronunciados se encarnan en el acto de habla. El signo, como primer acto de conciencia, permanece diferenciándose de lo real en un mundo insonoro y para darle sentido, los signos se amalgaman en una dimensión simbólica conformando un sistema de signos que también dan lugar a una lengua.